Por Chris Bambery es editor del Socialist Worker
Para que las ideas obtengan una aceptación popular, Antonio Gramsci argumentó que deben propagarse dentro de la sociedad por capas de individuos. En la Italia de Gramsci de principios del siglo XX, la mayoría de la población vivía en ciudades pequeñas y pueblos. Las ideas dominantes las transmitían los curas, maestros, abogados, médicos, etc.
Gramsci abogó por la construcción de redes de comunistas en cada lugar de trabajo y en cada comunidad para poder desafiar el sentido común de la sociedad.
Hoy en día mucha gente considera que los medios de comunicación son todopoderosos, al invadir cada rincón de nuestras vidas. Sin embargo, para que las ideas de la clase dominante mantengan su hegemonía social, resultan necesarias redes de personas que se sientan comprometidas con el estado o el partido gobernante.
Esas redes pueden traducir esas ideas a la vida cotidiana de la cafetería, el bar o en casa.
Un problema al que se enfrentó Tony Blair es que las bases de su partido están en decadencia. El Nuevo Laborismo (término usado para definir el giro a la derecha del Partido Laborista Británico) no está a punto de desaparecer, pero su influencia en las bases está en su punto más bajo. En la actualidad, tenemos que abordar la cuestión de la falta de redes para movilizar ideas alternativas en sociedades enteras.
Gramsci argumentó que “una masa humana no se ‘diferencia’ en sí misma, no pasa a ser independiente por derecho propio sin que exista, en el sentido más amplio, una autoorganización”.
“Y no hay organización sin intelectuales, es decir, sin organizadores ni líderes, en otras palabras, sin el componente teórico del nexo entre teoría-práctica, identificado en concreto con la existencia de un grupo de gente ‘especializada’ en la elaboración conceptual y filosófica de ideas”.
“Pero el proceso de formación de intelectuales es largo, difícil, lleno de contradicciones, avances y retrocesos, dispersiones y reagrupamientos, en los que a menudo se pone a prueba la lealtad de las masas”.
Escribiendo en una celda de la prisión y frente a la censura, Gramsci no podía utilizar el término “partido revolucionario”, por lo que escribió en su lugar “intelectuales orgánicos”.