Por Fausto Arruda
La Minustah (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití), fuerza de ocupación de Haití, que es (sub) comandada militarmente por Brasil, completó en junio cinco años. Hasta el fin del año el Estado brasileño habrá gastado, según el Ministerio de la Defensa, cerca de R$ 700 millones para costear el desplazamiento y mantenimiento de sus tropas en aquel país. ¿Pero qué intereses, al final de cuentas, están por detrás de esta embestida?
Brasil mantiene hoy en Haití un contingente de aproximadamente 1.200 militares (intercambiados a cada seis meses) del Ejército y del Cuerpo de Fusileros Navales de la Marina. Hasta hoy ya pasaron por Haití cerca de 12.100 militares.
Históricamente, la participación de Brasil en intervenciones militares se daba bajo el manto del Capítulo VI de la Carta de la ONU, el cual prevé el mantenimiento de la paz después de conflictos internos y ayuda humanitaria. Esta vez, sin embargo, la intervención brasileña se da de forma abiertamente represora ya que la misión es embasada en el Capítulo VII de la Carta de la ONU que prevé la ocupación para “imponer el orden” y no para “mantener el orden” como prevé el Capítulo VI. Convengamos que, en la práctica, no hay una diferencia tan grande así entre los dos capítulos, que igualmente atacan la soberanía de cualquier país.
Sumisión